Mentiras y Autoengaños.

¿P odemos realmente ir por la vida sin mentir? Convenimos en mentirnos para no ser descorteses, decia Nietzsche. Y la mayoría de las personas nos debatimos entre las ganas de ser sinceros y las dificultades para serlo. Decir la verdad es difícil porque implica conocerse y aceptarse a uno mísmo y presentarse a los demás sin ningún disfraz. Si mentir es un desafío a la imaginación, hace falta aún mas creatividad e inteligencia para comunicar nuestro mensaje sin distorsionar la verdad.Tanto nos conduce a la mentira la intención de manipular y someter, como la de protegernos o adaptarnos.

Ya en los primeros años de nuestra vida, nos damos cuenta que podemos influir en el comportamiento de los demás. Descubrimos que con pequeños engaños podemos evitar algunos castigos. En un mundo que nos pone a prueba antes de aceptarnos, la mentira es una artimaña eficaz para salir airosos y proteger nuestra intimidad de los acosos del exterior. Y siendo adultos, aprendemos a enmascarar las palabras, en una técnica que ha llegado a una extrema sofisticación en el ámbito político. Tal vez porque uno de los objetivos principales de partidos y gobiernos es conseguir convencer al máximo de votantes mediante la persuasión. Lejos queda ésta del concepto que de ella tenía Platón como la capacidad para conducir el alma por la vía de la verdad. Las promesas vagas se convierten en sloganes, la apelación a los sentimientos primarios se refuerzan con tópicos, los datos se combinan o se sacan de contexto, convirtiendose en titulares noticiables. En esta especie de mercadillo, el mejor voceador obtiene la mayor clientela.

También la educación emite en ocasiones mensajes contradictorios sobre el mentir. Aunque se nos educa para decir siempre la verdad, en realidad la sociedad a menudo alienta e incluso recompensa el engaño: Si alguien se presenta tarde a una reunión fijada a primera hora de la mañana, es mejor no admitir que se quedó dormido. Será juzgado mucho más duramente que si miente alegando un gran atasco de tráfico. Y también alguna clase de engaño forma parte del hábito de algunas profesiones.Con frecuencia vemos a los abogados construir teorias inverosimiles a costa de sus clientes o a reporteros que se presentan bajo una identidad falsa para obtener buenas historias.

El caso es que si alguien se atreve a afirmar que la verdad es solo una, muchos acordaremos que hay variadas clases de mentiras. Analicemos algunas de ellas:

Y ante las mascaras de tantos tipos de engaño ¿Como detectaremos a una persona mentirosa?
Parece ser que la tecnología no es de gran ayuda. Según los expertos, el polígrafo o detector de mentiras parece que detecta más el miedo que la mentira. Las respuestas fisiológicas que mide, normalmente ritmo cardiaco y respiratorio, junto con la conductividad de la piel no son forzosmente signos de falta de honradez. La premisa de un detector de mentiras consiste en que en el cerebro se desencadena una alarma cuando mentimos porque estamos haciendo algo malo. Pero a veces estamos totalmente a gusto con nuestras mentiras. Así, si un criminal no tiene miedo a decir su mentira, puede facilmente pasar la prueba del detector. Y una afirmación verdadera de alguien inocente pudiera ser malinterpretada si la persona está austada por las circunstancias del examen. Pero a un nivel, más cotidiano, podemos descubrir que nos están mientiendo por algunas reacciones: sonrisa tensa y asimétrica, pupilas dilatadas, sudor, gestos que no se corresponden anímicamente con las palabras, un tono de voz más agudo de lo normal, un hablar atropellado.

Resulta inquitante pensar que sucedería si supieramos cuando nuestros familiares, amigos, gobernantes, nos estan engañando. Es tentador pensar que el mundo se volvería un lugar mejor una vez limpio de las mentiras. Pero quizás nuestra vida social se colapsaríaa bajo el peso de una implacable honradez, con verdaes desveladas que dificultarían nuestra capacidad para conectar con los demás. Sería necesario instaurar unas relaciones humanas basadas en el respeto, que fomentasen la seguridad en uno mismo, de cada individuo, que motivasen a la busqueda y descubrimiento de los propios valores, antes que a la aceptación pasiva de los moldes culturales que tienden a uniformar el conjunto social. Ganariamos en paz interior al no sentirnos tentados por la, a veces eficaz, pero engañosa máscara de la mentira, que puede terminar anulando nuestra verdadera personalidad.

Volvemos a la pregunta que nos hacíamos al comienzo de este artículo, ampliandola : ¿estaríamos dispuestos a dejar de lado todas nuestras mentiras? Respondamos honestamente.

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